BASES DEL CATOLICISMO ROMANO.
Por Eliz Manuel Gómez Padilla.
1. INTRODUCCIÓN.
Este es un esfuerzo que nos permite ampliar más nuestro radio de acción en la esfera del integral conocimiento de la Palabra de Dios, y de todo cuanto directa o indirectamente guarda relación con ella, y aún más, cuando históricamente, estamos llamados a presentar propuestas apologéticas en defensa de la pureza y de la verdad bíblica de nuestra fe. No solamente ante las propuestas de las falsas doctrinas que actualmente fluyen de cualquiera y por donde quiera, sino también de aquellas doctrinas erradas que están arraigadas en el suelo de las tradiciones y costumbres que a través de la larga historia de la cristiandad han manipulado la voluntad de los que las creen y obedecen, bajo la cómplice sombra de la ignorancia responsable por no tener acceso directo a la fuente misma de la Palabra de Dios, que son las líneas de la Santa Biblia.
Tal es el caso específico de la doctrina de la iglesia católica romana, con base en el Concilio de Trento, de donde decreta que el pan y el vino son especie y substancias de la real y física presencia del Señor Jesucristo en la eucaristía, así como lo está a la diestra del trono de Dios. Y que por tales motivos, a la eucaristía debe rendírsele culto, veneración y adoración tal cual se le ofrece a Dios, e inclusive pasearle en solemne procesión por las calles de las ciudades.
Con este sencillo trabajo, demuestro que lo anterior es una doctrina errada a juicio de la misma Palabra de Dios; propongo la solución al problema en cuestión; y exhorto a seguir sólo la luz de la verdad bíblica sin adiciones ni sustracciones por parte de la voluntad humana.
2. EL PROBLEMA.
2.1. MARCO DE REFERENCIA.
La Iglesia Católica Romana, en su Concilio de Trento, en la Sesión XIII, celebrada el 11 de Octubre de 1551, expidió el Decreto sobre “El Santísimo Sacramento de la Eucaristía”, con el propósito de frenar el auge expansionista de la Reforma Protestante en relación con dicho sacramento: “arrancar de raíz la cizaña de los execrables errores y cismas, que el demonio ha sembrado en estos nuestros calamitosos tiempos sobre la doctrina de fe, uso y culto de la sacrosanta Eucaristía”…”Prohíbe a todos los fieles cristianos, que en adelante se atrevan a creer, enseñar o predicar de otro modo que el que se explica y define en el presente decreto “.
CAP. I. De la presencia real de Jesucristo nuestro Señor en el santísimo sacramento de la Eucaristía.
En primer lugar enseña el santo Concilio, y clara y sencillamente confiesa, que después de la consagración del pan y del vino, se contiene en el saludable sacramento de la santa Eucaristía verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles; pues no hay en efecto repugnancia en que el mismo Cristo nuestro Salvador esté siempre sentado en el cielo a la diestra del Padre según el modo natural de existir, y que al mismo tiempo nos asista sacramentalmente con su presencia, y en su propia substancia en otros muchos lugares con tal modo de existir, que aunque apenas lo podemos declarar con palabras, podemos no obstante alcanzar con nuestro pensamiento ilustrado por la fe, que es posible a Dios, y debemos firmísimamente creerlo. Así pues han profesado clarísimamente todos nuestros antepasados, cuantos han vivido en la verdadera Iglesia de Cristo, y han tratado de este santísimo y admirable Sacramento; es a saber, que nuestro Redentor lo instituyó en la última cena, cuando después de haber bendecido el pan y el vino; testificó a sus Apóstoles con claras y enérgicas palabras, que les daba su propio cuerpo y su propia sangre. Y siendo constante que dichas palabras, mencionadas por los santos Evangelistas, y repetidas después por el Apóstol san Pablo, incluyen en sí mismas aquella propia y patentísima significación, según las han entendido los santos Padres; es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten y expliquen en sentido figurado, ficticio o imaginario; por el que niegan la realidad de la carne y sangre de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de verdad, ha detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado indeleble la memoria y gratitud de este tan sobresaliente beneficio que Jesucristo nos hizo.
CAP. III. De la excelencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, respecto de los demás Sacramentos.
Es común por cierto a la santísima Eucaristía con los demás Sacramentos, ser símbolo o significación de una cosa sagrada, y forma o señal visible de la gracia invisible; no obstante se halla en él la excelencia y singularidad de que los demás Sacramentos entonces comienzan a tener la eficacia de santificar cuando alguno usa de ellos; mas en la Eucaristía existe el mismo autor de la santidad antes de comunicarse: pues aun no habían recibido los Apóstoles la Eucaristía de mano del Señor, cuando él mismo afirmó con toda verdad, que lo que les daba era su cuerpo. Y siempre ha subsistido en la Iglesia de Dios esta fe, de que inmediatamente después de la consagración, existe bajo las especies de pan y vino el verdadero cuerpo de nuestro Señor, y su verdadera sangre, juntamente con su alma y divinidad: el cuerpo por cierto bajo la especie de pan, y la sangre bajo la especie de vino, en virtud de las palabras; mas el mismo cuerpo bajo la especie de vino, y la sangre bajo la de pan, y el alma bajo las dos, en fuerza de aquella natural conexión y concomitancia, por la que están unidas entre sí las partes de nuestro Señor Jesucristo, que ya resucitó de entre los muertos para no volver a morir; y la divinidad por aquella su admirable unión hipostática con el cuerpo y con el alma. Por esta causa es certísimo que se contiene tanto bajo cada una de las dos especies, como bajo de ambas juntas; pues existe Cristo todo, y entero bajo las especies de pan, y bajo cualquiera parte de esta especie: y todo también existe bajo la especie de vino y de sus partes.
CAP. IV. De la Transubstanciación.
Mas por cuanto dijo Jesucristo nuestro Redentor, que era verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la especie de pan, ha creído por lo mismo perpetuamente la Iglesia de Dios, y lo mismo declara ahora de nuevo este mismo santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino, se convierte toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y toda la substancia del vino en la substancia de su sangre, cuya conversión ha llamado oportuna y propiamente Transubstanciación la santa Iglesia católica.
CAP. V. Del culto y veneración que se debe dar a este santísimo Sacramento.
No queda, pues, motivo alguno de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este santísimo Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la Iglesia católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe tributar menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo nuestro Señor para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios de quien el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los Ángeles de Dios; el mismo a quien los Magos postrados adoraron; y quien finalmente, según el testimonio de la Escritura, fue adorado por los Apóstoles en Galilea. Declara además el santo Concilio, que la costumbre de celebrar con singular veneración y solemnidad todos los años, en cierto día señalado y festivo, este sublime y venerable Sacramento, y la de conducirlo en procesiones honorífica y reverentemente por las calles y lugares públicos, se introdujo en la Iglesia de Dios con mucha piedad y religión. Es sin duda muy justo que haya señalados algunos días de fiesta en que todos los cristianos testifiquen con singulares y exquisitas demostraciones la gratitud y memoria de sus ánimos respecto del dueño y Redentor de todos, por tan inefable, y claramente divino beneficio, en que se representan sus triunfos, y la victoria que alcanzó de la muerte. Ha sido por cierto debido, que la verdad victoriosa triunfe de tal modo de la mentira y herejía, que sus enemigos a vista de tanto esplendor, y testigos del grande regocijo de la Iglesia universal, o debilitados y quebrantados se consuman de envidia, o avergonzados y confundidos vuelvan alguna vez sobre sí.
3. TÍTULO DESCRIPTIVO DEL PROYECTO.
“ERRANCIA BÍBLICA INTERPRETATIVA DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA POR PARTE DE LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA”.
La iglesia católica romana, mal interpreta, mal aplica y mal enseña la Doctrina de la Cena del Señor, al mal usar los signos y los símbolos bíblicos relacionados con la Eucaristía; esforzando al Texto Sagrado a enseñar lo que no es en esencia.
3. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA.
La iglesia católica romana, no considera a la Biblia en su totalidad como La Palabra de Dios; sino que contiene la Palabra de Dios, además, complementa su creencia con las Tradiciones de los Hombres, y con las Interpretaciones del Magisterio del Papa y obispos, o de otros altos jerarcas. Es de toda esta mezcla de donde surgen una serie de doctrinas por fuera de la Verdad de la Biblia, y que son promulgadas, y obligadas a su estricto cumplimiento para todos sus fieles, no con base en la autoridad que el Señor Jesucristo manda, sino de acuerdo a la autoridad de los altos jerarcas, so pena de excomunión a lo largo de toda la historia y en cualquier lugar de la tierra.
Es de anotar, que se le da más importancia a la “verdad y autoridad” del papa, que a la Verdad y Autoridad de la misma Biblia como Palabra de Dios; a sabiendas que la Biblia se interpreta a si misma por medio de la Iluminación del Espíritu Santo en la vida de los creyentes. Y que la única doctrina que se debe creer y obedecer a cabalidad, es la que es emanada de las Santas Escrituras, “sin quitarle o añadirle nada”, (Ap. 22: 18-19).
La iglesia católica romana, enseña que en el pan y en el vino en la eucaristía, están en sustancia física presentes el cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo; en donde el Señor está sentado a la diestra del Trono de Dios en el cielo, y al mismo tiempo está en el pan y en el vino en la eucaristía en la misa católica. El cuerpo bajo la especie del pan y la sangre bajo la especie del vino, y el alma del Señor, bajo las dos especies a la vez. Que la substancia del pan se convierte en la substancia del cuerpo del Señor Jesucristo, y toda la substancia del vino, en la substancia de su sangre, o Transubstanciación. Que todos sus fieles veneren, rindan culto y adoración a la eucaristía, así como se adora a Dios, e incluso, que se le hagan procesiones por las calles.
4. OBJETIVO.
Estos errores resaltados, se pueden corregir sometiéndolos a la aplicación de la misma Biblia, que es el fundamento y vida de la fe cristiana, la cual no enseña nada al respecto de lo interpretado por la iglesia católica. Dicha solución, sí aporta elementos teológicos de trascendental importancia, en el sentido que conduce al esclarecimiento de la verdad bíblica en torno a tan notoria enrrancia interpretativa, la cual permita ver a los fieles la verdad absoluta en torno al tema de la eucaristía, y abrir nuevos caminos de reflexión y reforma hacia la verdadera santificación, porque sólo “la Palabra de Dios es la Verdad que santifica”, (Juan 17:17).
Esta posición nuestra no es la única, pues en los albores del siglo XVI, con el grito de reforma se inició tan valiosa labor del mismísimo Espíritu Santo, a través de valientes siervos de Dios, que al igual que yo en estos momentos, estamos librando genuina batalla apologética, en defensa de la verdad bíblica.
La Biblia, es la solución más adecuada con relación a su misma interpretación.
Hipotéticamente pretendo confirmar que la iglesia católica romana, está bíblicamente equivocada en cuanto al tema del cuerpo y de la sangre del Señor Jesucristo en su relación con el pan y el vino en el sacramento de la eucaristía.
5. JUSTIFICACIÓN.
La enseñanza doctrinal de la iglesia católica romana en cuanto al pan y al vino; su relación con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo; y que son especie y substancia física reales de la presencia del Señor en la eucaristía; y de que se deben venerar, rendir culto y adorar como al mismo Dios; está totalmente errada y desbasada de todo contexto y veracidad bíblica, pues, hace un mal manejo exegético de los signos y símbolos de la terminología bíblicos; acomodándolos a sus conveniencias particulares.
Por eso, para aclarar todo esto, recurro a la misma Biblia como principio de toda autoridad de Dios, citando:
Hechos 17.11. “…escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. 1 Tesalonicenses 5:21, “Examinadlo todo; retened lo bueno”.
6. TESIS.
EL SEÑOR JESUCRISTO NO ESTÁ PRESENTE FÍSICAMENTE NI EN SU CUERPO NI EN SU SANGRE EN EL PAN Y EL VINO EN LA EUCARISTÍA, NI A TAL SACRAMENTO SE LE DEBE VENERAR, RENDIR CULTO, NI ADORAR COMO SE ADORA A DIOS.
El pan y el vino, no son ni presencia, ni especies, ni substancias del cuerpo y de la sangre del Señor Jesucristo. Sólo son símbolos. Porque un sacramento es la representación material de una verdad celestial espiritual. El pan y el vino son una muestra física conmemorativa del sacrificio que hizo el Señor Jesucristo por todos nosotros, al partir su cuerpo y derramar su sangre en la cruz del Calvario para el perdón de nuestros pecados; y que ahora todos los que hemos sido lavados en esa sangre y curados de nuestras enfermedades y dolencias por las llagas de su cuerpo flagelado, debemos celebrar el sacramento de la Cena del Señor, como un sincero acto de conmemoración para con eso anunciar su muerte hasta que Él vuelva nuevamente por todos nosotros sus fieles seguidores.
Juan Calvino (1), dice: “Ante todo, los signos son el pan y el vino; los cuales representan el mantenimiento espiritual que recibimos del cuerpo y sangre de Cristo”…”porque esta semejanza tan familiar: que nuestras almas son alimentadas con Cristo exactamente igual que el pan y el vino natural alimentan nuestros cuerpos”. El fundamento bíblico para esta afirmación:
Marcos 14:22-24, “…tomó pan, lo partió y les dijo: Esto es mi cuerpo…y tomando la copa les dijo: Esto es mi sangre…”
Nótese que el Señor no dijo “Este es”, que es un pronombre personal demostrativo para tercera persona del singular masculino; sino que expresó: “Esto es “, que es un pronombre demostrativo neutro que no se refiere ni a masculino ni a femenino; que nunca se usa referido a sustantivos, sino a entes abstractos; o sea, que es lo opuesto a lo concreto o real; que no tiene
_______________
1- “Institución de la Religión Cristiana”, por Juan Calvino, Traducida y Publicada por Cipriano de Valera, 1597, Cap. XVII: La Santa Cena de Jesucristo. Beneficios que nos aporta, El Pan y el Vino signos de una realidad espiritual, Pág. 242.
aplicación práctica; es una representación real que no puede existir en lo material; es imaginario; o usado como ilustración.
En este sentido queda claro, que el Señor Jesucristo al decir: “Esto es mi cuerpo, y Esto es mi sangre”, se refería a dos objetos que representan o simbolizan su cuerpo y su sangre. Porque de no ser así, ¿Cómo haríamos con la declaración del Señor en el versículo del mismo pasaje?:
Marcos 14:25, “…no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el reino de Dios”.
Porque si aceptamos la afirmación de la iglesia católica romana, de que el vino es presencia en especie física y real de la sangre del Señor, entonces según ellos, en el versículo anterior, El Señor Jesucristo el día que lo beba de nuevo en el reino de Dios, ¿Beberá su propia sangre? ¡Cierto que no!; porque aplicándole sentido común no tiene razón de ser, ni tampoco la Biblia lo afirma.
Traigo a colación las palabras de José M. Martínez (2): “En el Nuevo Testamento, el pan y el vino de la Cena del Señor tienen un simbolismo inconfundible, pese a la doctrina católica de la transustanciación. Representan el cuerpo y la sangre de Cristo, su entrega plena a la muerte que había de abrir a los hombres la puerta de la salvación”.
La iglesia católica romana, para justificar este hecho, recurre a especular de la soberanía de Dios, en el evento en que Él puede hacerlo todo; lo que sí hay que reconocer y aceptar tanto católicos romanos como cristianos evangélicos, es que el Señor Jesucristo sí está presente en Espíritu en la celebración de la Cena o Eucaristía, como en cualquier otra actividad de sus fieles seguidores.
Según la iglesia católica romana, en la Transubstanciación, en donde se convierte toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y toda la substancia del vino en la substancia de su sangre, al aplicarlo a la Cena del Señor, hay que tener en cuenta que el pan (ostia), y el vino, son elaborados por manos humanas, y ningún humano puede elaborar el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesús. El Único Creador es Dios, a través del Logos y de su Espíritu:
_______________
2- José M. Martínez: “Hermenéutica Bíblica”, XI, Tipos y Símbolos, Clasificación de los Símbolos, Pág.183
Génesis 1:3-27, “Dios creó: el día y la noche; los cielos; la tierra seca y la vegetación; el sol y la luna; los peces y las aves; los animales y el hombre varón y hembra los creó”.
Juan 1:1-3, nos enseña que “el Señor Jesucristo es Dios desde el principio y todo por Él fue creado”.
También, Dios cuestionó al rey David sus deseos de edificarle casa al Señor:
2 Samuel 7:5. “¿Tú me has de edificar casa en que yo more?” El hombre es procreador y administrador en la Obra de Dios; lo declara Génesis 2:26-28.
Dios no le concedió al hombre el crear carne ni sangre; pero, el ser humano es quien fabrica el pan y el vino, que según la iglesia católica romana, después del rito de la consagración, se convierten en el cuerpo y la sangre, y presencia del Señor y de su alma. Entonces, ¿Puede el hombre fabricar el cuerpo y la sangre del Señor?, absolutamente No. Es un absurdo. Es un irrespeto el simple hecho de tener la necia osadía de pensar en tal descabellada idea.
En cuanto al culto y veneración que la iglesia católica romana rinde al sacramento de la eucaristía, hay que afirmar que “Es un típico acto de idolatría en contra de la Soberanía y la Santidad de Dios”, pues, el mismo Señor lo prohíbe de manera autoritaria:
Éxodo 20:4,5, “No te harás imagen de ninguna semejanza…No te inclinarás a ellas, ni las honrarás”.
Deuteronomio 5:8-10, “No harás para ti escultura, ni imagen alguna…No te inclinarás a ellas ni las servirás”.
Está prohibido bíblicamente por Dios adorar o venerar a obras u objetos hechos por las manos de los hombres. Ante esto, la iglesia católica romana hace caso omiso, sabiendo responsablemente que con tal acto de desobediencia está revelándose en contra del mismo Dios, que es quien prohíbe cualquier tipo de idolatría.
Desde ningún punto de vista se justifica ni se puede pretender rendirle culto, veneración y adoración a un pedazo de pan y a una porción de vino elaborados por manos humanas como si fuera al mismo Dios.
Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia no manda a rendir culto ni adorar ni venerar al pan y al vino en la Cena del Señor ni a pasearlos en solemne procesión por las calles de una ciudad en una fecha especial del año.
Según la Biblia, única y exclusívamente se debe rendir adoración a Dios:
Génesis 22:5,”… y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos…”.
Nehemías 9:6, “…y los ejércitos de los cielos te adoran”.
Salmos 96:9,”Adorad a Jehová en la hermosura de su santidad”.
Salmos 66:4, “Toda la tierra te adorará…”.
Salmos 86:9,”Todas la naciones…vendrán y adorarán…y glorificarán tu nombre”.
Salmos 95:6, “Venid, adoremos y postrémonos, arrodillémonos”.
Lucas 4:8; “…Al Señor tu Dios adorarás…”.
Hebreos 1:6, “…adórenle todos los ángeles de Dios”.
Apocalipsis 4:10,”los veinticuatro ancianos…adoran al que vive por los siglos de los siglos…”.
Apocalipsis 14:7, “…y adorad aquel que hizo el cielo, y la tierra,…”.
Apocalipsis 15:4, “…todas las naciones vendrán y te adorarán…”.
La palabra “Culto”, no se menciona en ninguna parte de la Biblia.
El verbo “Venerar”, en la Biblia, aparece mencionado, pero no en relación directa con el Señor Jesucristo:
Hch. 5:34,”…un fariseo llamado Gamaliel… venerado del todo el pueblo…”.
Hch. 19:27, “…la gran diosa Diana…aquella a quien venera toda Asia…”.
Hb. 12:9, “…a nuestros padres terrenales…los venerábamos…”.
7. SOLUCIÓN AL PROBLEMA.
El problema en cuestión tiene que ver con la doctrina de la iglesia católica romana en torno al sacramento de la eucaristía o la cena del Señor, que fue aprobada y ordenada a cumplir por el Concilio de Trento; de donde emana, en resumen, que el cuerpo y la sangre del Señor Jesucristo son especie, y substancia de su real presencia en la eucaristía después de la consagración, de tal modo, que así como está presente a la diestra del trono de Dios, igualmente lo está en el pan y el vino en la misa. En consecuencia, hay que rendirle culto, veneración y adoración al igual que se adora al mismo Dios.
A la luz de la Viva Palabra de Dios, la cual se interpreta a sí misma por medio del Espíritu Santo, sin agregarle ni quitarle nada, he demostrado de una manera clara y sencilla, que tal doctrina de la iglesia católica romana es totalmente errada, en la que se nota más el acato a las costumbres de los hombres que al espíritu mismo de la verdad bíblica; en donde es evidente la mezcla del pensamiento humano con la Verdad de Dios, para predicar y obligar a su observancia como doctrina divina, no siendo así desde ningún punto de vista, e irrespetando con ello, a la bendita providencia.
Exhorto y reto con esta propuesta a los fieles católicos y de otras confesiones de fe, a que escudriñemos, creamos y obedezcamos única y solamente lo que dice la Biblia que es la Palabra de Dios, sin agregarle ni restarle nada, y que no pretendamos acomodar el mensaje de la Biblia a nuestras conveniencias, sino que nos ajustemos nosotros a lo que dice la Palabra, sin forzarla a decir lo Dios no está diciendo; pero para ello, debemos tener de nuestro lado al Espíritu Santo, el cual nos ilumina para poder interpretar las Sagradas Escrituras sólo como Dios quiere que sean interpretadas.
Antes de querer conocer la verdad de Dios, busca la guía del Espíritu Santo, en ayuno, en oración con arrepentimiento y humildad de corazón, y créeme, y te lo aseguro en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que Dios te mostrará su verdad absoluta a través de Su Santa Palabra escrita, ante lo cual a ti, sólo te quedará la opción de acatarla, porque el Espíritu te guiará a ello.
8. CONCLUSIÓN.
El Señor Jesucristo dijo en el Evangelio de Juan 17:17, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” y en Juan 8:32, “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Esa verdad es su Palabra revelada; es el mismo Señor Jesucristo; es la Biblia.
La cual debe ser estudiada, observada, interpretada, aplicada y comunicada por medio del Espíritu Santo quien fue el que la inspiró y la reveló; y es el que ilumina para poderla conocer.
Lo anterior, fue mi fundamento para demostrar que la iglesia católica romana se equivoca al afirmar que el pan y el vino de la eucaristía después de la consagración, son la presencia real del Señor Jesucristo en la misa, así como también lo está a la diestra del trono de Dios en el cielo. La interpretación literal de los pasajes que ella utiliza para aseverar tal afirmación está desenfocada en relación a un verdadero análisis hermenéutico y exegético a profundidad de la Palabra de Dios; por lo cual, ajustan el mensaje de la Biblia con los comodines de las tradiciones de su historial.
El pan y el vino, como lo dijo Calvino: “Son signos”; o como lo sostiene José M. Martínez: “Son símbolos”, del cuerpo y de la sangre de nuestro señor Jesucristo, los cuales partió y derramó en la cruz por nuestros pecados y para nuestra sanidad y para nuestra salvación.
La Cena del Señor, o la Eucaristía, sólo es un acto conmemorativo con el cual anunciamos su muerte hasta que Él vuelva nuevamente; sin mas conjeturas ni especulaciones. Y que solamente al Padre, al Hijo, y al espíritu Santo es a quienes debemos rendir adoración; y a nadie ni a nada más, pues lo que demás proceda es tipificado por la misma Palabra como idolatría.
BIBLIOGRAFÍA.
“Análisis del Catolicismo Romano”, Dr. Noe Acosta, Dr. Cornelio Hegeman, MINTS – IBRC, Bogotá, 2003.
Santa Biblia, Reina Valera, Versión 1960, Editorial Caribe, 1980
“La Institución de la Religión Cristiana”, Por Juan Calvino, Traducida y Publicada por Cipriano de Valera 1597, Capítulo XVII: La Santa Cena de Jesucristo. Beneficios que nos aporta, El Pan y el Vino Signos de Una Realidad Espiritual, Página 242.
“Hermenéutica Bíblica” (Cómo Interpretar Las Sagradas Escrituras), José M. Martínez, XI, Tipos y Símbolos, Clasificación de los Símbolos, Página 183.
Deja un comentario